Hoy es el gran día. Todos estamos
preparados. Llevaban siglos diciéndonos que era lo que sucedería hoy, porque
desde hace siglos, esto estaba predestinado sin haber ninguna solución. Evacuar
a toda la población mundial suponía un grave problema, y más aún encontrar un
sitio a donde ir. Durante miles de años los científicos y eruditos han
intentado crear otro mundo, otro planeta habitable, en el cual se han invertido
cantidades astronómicas de dinero cada año, financiadas por todas las personas.
Era como nuestro seguro de vida después de este día. Pero no ha sido así. Todo
ha sido una mentira. Solo unos pocos privilegiados se han ido. Solo unos pocos
han disfrutado y disfrutaran de ese nuevo planeta que reúne las condiciones de
vida idóneas para nosotros. El resto del mundo permanecemos aquí, a la espera
de nuestra muerte. Ha sido la mayor decepción de mi vida. Ha sido como la
muerte misma para todos nosotros, ¿Por qué han hecho eso? ¿Por qué nos han
abandonado a nuestra suerte? ¿Cómo se ha podido permitir? ¿Por qué tengo que
morir tan joven? ¿Será tan doloroso como siempre han dicho? Estoy nerviosa,
asustada y a la vez resignada a todo lo que me espera. Sé que moriré con todo
el mundo, pero eso no es un consuelo. ¿No ves lo injusto que es nacer para poco
después morir? Mi vida ha sido corta, muy corta en realidad, porque a pocas
personas se les permite tener hijos, y menos aun cuando quedaba poco para la
Trasladación. Yo fui de las últimas, yo debería de haberme ido con ellos. Mi
vida no puede ser peor, puesto que voy a morir en unas horas.
Hace cuatro días, cuando todo el mundo
supo la terrible noticia de que nuestras esperanzas, sueños y creencias eran
falsas (sólo para unos pocos privilegiados que fueron invitados), mis padres se
suicidaron. Y me dejaron completamente sola. Yo también pensé en esa
posibilidad, pero ya que ha llegado este día prefiero vivirlo hasta el final.
No tengo ni si quiera a nadie a quien abrazar cuando llegue la hora. Parece
mentira, pero no tengo la valentía de quitarme la vida ni en estos momentos.
Salgo a la calle, con las gafas
especiales puestas. El calor es inaguantable y da a entender lo que sucederá.
Centro mi vista en el sol. Las gafas son de un cristal negro profundo, y solo
se ve lo esencial. El sol esta gigante, como lo ha estado cada día desde que
nací. Aunque ahora todo haya ido a más. Se lo que sucederá, sé que una ola de
fuego me devorará y en unos segundos no seré nada, el mar se evaporará al igual
que la tierra, que se fundirá.
La atmósfera, milagrosamente gracias a
la ciencia aún está intacta, pero cuando llegue la explosión no habrá nada que
hacer. Camino bordeando mi casa hasta el linde con el bosque, que esta quemado
y sus árboles muertos. Me siento en la tierra árida, y acaricio por última vez
los arbustos secos. Ellos tampoco se salvarán, al igual que las infinitas
maravillas y seres naturales que ha habido en la Tierra a lo largo de millones
de años.
La gente empieza a salir de sus
casas, la alarma ha empezado a sonar.
Esto marca las últimas horas de mi existencia. Un chico alto, algo más mayor
que yo pasa a mi lado y me mira con cara de tristeza. Lo conozco de verle por
el vecindario, es un chico (o al menos lo era) muy alegre y agradable.
-¿Estás tú sola?-me pregunta
cabizbajo.- ¿Puedo sentarme a tu lado?
Sin decir palabra le sonrío con desánimo
y le hago un gesto para que se siente a mi lado.
-Nadie debería de estar solo en un
momento así.-dice él mirando al cielo.
Me quito las gafas y el hace lo mismo.
Nuestros ojos se observan mutuamente durante un rato, y procuramos no mirar al
sol. Mis ojos negros como el azabache se sorprenden con sus ojos de un vivo
color verde. Hace años que ese color no se ve en la naturaleza y hace siglos
que prácticamente todo el mundo tenemos los ojos negros.
-Tus ojos son verdes.-me limito a
decir- Nunca había visto algo parecido.
-Soy de los últimos que quedan- me
dice a la vez que saca de su bolsillo una carta de color amarillo arrugada.- me
invitaron a irme de aquí por mi genética particular. Mis ojos no están
modificados científicamente.
Atónita observo como lo que hay entre
sus manos es una carta de invitación para salir del planeta. Y él sigue aquí.
-¿Por qué no has ido?-le digo
sobresaltada- ¡Has rechazado vivir!
-No quería vivir en un mundo que su
mayor error ha sido haber matado a millones de personas. No quería ser un
cobarde que huye del destino de la vida. No quería ser cómplice de tu muerte, y
menos aún quería irme sin conocerte. Siempre me has parecido reservada, siempre
tan misteriosa. Siempre soñaba con que todo el mundo saldría de aquí y allí, en
un nuevo y lejano planeta te volvería a ver y me atrevería a hablar contigo.
Cuando me he enterado de que paso con tus padres he salido a buscarte. Yo
también estoy solo.
Las lágrimas empiezan a brotar de mis
ojos, todo esto es real, voy a morir, mis padres han muerto, me han abandonado.
Por otra parte él se ha quedado y ha venido a buscarme. Para morir juntos. Y
prácticamente no nos conocemos de nada. ¿Pero hay algo más sincero que esto? No
puedo darle nada a cambio, solo morir a su lado al igual que él. Sin pedirle
permiso, le cojo de la mano y la acaricio.
-Gracias por estar a mi lado.-le digo,
mientras el, bruscamente me atrae hacía sí y me abraza.
Los sentimientos más intensos se
incrementa cuando la muerte esta tan cerca. Nos besamos suave y dulcemente lo
que hace que pierda la noción del tiempo mientras lo hacemos.
El calor me abrasa, lo noto, no sé si
es el fuego del deseo o los rayos del sol. En unos segundos, mientras sigo besándolo, todo sucede:
La ola de fuego nos destruye
completamente, pero en contra de lo que imaginaba, la muerte fue totalmente
agradable. Fue agradable porque no le presté
atención, porque fue inesperado. Si no hubiera estado él no habría sido así. Mi
muerte fue dulce, tan dulce como los labios de él posados en los míos. Una
muerte vacía de rencores ni odios, una muerte llenan de sentimientos. Una
muerte rápida e instantánea. Lo último que recuerdo antes de quedarme ciega por
el fuego y la abrasión fueron sus profundos ojos verdes.
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