sábado, 30 de marzo de 2013

Alas de acero #1



    La brisa del mar agitaba con fuerza sus rizos color borgoña. El color anaranjado del atardecer acentuaba su peculiar belleza y e iluminaba sus ojos con un tono verde oscuro, dándole a su vez un matiz delicado y peligroso. Su gélida mirada recorría de un lado a otro el horizonte, sin quitar la vista de la mar revuelta. Tenían el viento en contra y su rumbo era incierto. Siempre lo había sido. Ella no conocía otra vida más que aquella. Navegar era su vida y siempre sería así. Su padre había sido uno de los piratas más buscados de los siete mares, y ella no iba a quedarse atrás. Suspiró con fuerza y tomo una bocanada de aire marino y después tocó con mimo la superficie metálica del barco. Ese barco lo era todo, el mar lo era todo.

    El humo negro de las calderas de vapor oscurecía el cielo y dejaba su rastro allá por donde pasaban. La imponente mole de madera y acero surcaba el mar. Las velas del barco era mallas de metal finas que hacían que el barco se desplazará aún más rápido. Ella se separó de la borda del barco y se ajustó su corsé de cuero marrón para ir más cómoda. Caminó desde la popa hasta la proa, y allí se detuvo a mirar el horizonte. Sacó de su bolsillo unos oculares de acero y cristal y examino más allá de lo que su vista le ofreció. El viento seguía agitando su cabello con más fuerza. Pero había cambiado de dirección. Oscuras nubes algodonadas venían de frente. Se dirigía al corazón de un tormenta. Rápidamente guardo el ocular y se dirigió a sus subordinados.
-¡Recoger las velas! ¡Prepararlo todo, esta noche habrá tormenta!
Dicho esto, dio media vuelta y bajo a su despacho. Mandaría a apagar las calderas, debía de guardar el combustible para cuando la tormenta amainara, con ella, sería imposible avanzar. Descolgó el auricular en forma de cono que había junto a su mesa y dio dos timbrazos. Acto seguido, alguien contestó y aceptó sus ordenes.

     La noche se complicaba por momentos. El barco había parado sus calderas y ahora se mantenía a flote como podía en medio del océano. El viento soplaba del norte, frío y con fuerza y la lluvia golpeaba en la cubierta. Ella había salido de su cabina donde había dormido un par de horas hasta que la tormenta había tocado de lleno al barco. Todo se balanceaba temerosamente más de lo normal, y pequeños charcos se habían formado en el suelo tras filtrarse de la cubierta. Subió rápidamente por unas escaleras de caracol y salió al exterior. Allí caminó bajo el agua hasta llegar a situase junto al resto de la tripulación. El agua no daba tregua y el barco se estaba colapsando lentamente. Todos intentaron durante un buen rato achicar el agua, ya conocían de sobra el procedimiento. La cortina de agua era tal que no podía verse nada más allá de dos metros, y todo aquello que se veía estaba iluminado por la fría y potente luz de los relámpagos. Los rayos caían al mar uno detrás de otro. La tormenta no amainaba, y el barco serpenteaba por el mar. El oleaje había aumentado y el viento empujaba violentamente el barco. En uno de esos vaivenes, el anclaje se rompió y el barco quedó a la deriva. El mar arrastro al barco, zarandeándolo. El agua se coló por todas las rendijas, y la ultima planta estaba casi inundada. Cuando iban a poner en marcha la caldera, todo estaba mojado, era imposible volver a encenderla.

     Ella ya había perdido un poco la calma, pero aún tenía que intentar mantener el barco. Sin embargo, una fuerte sacudida la hizo caer, y sintió que el suelo se desvanecía bajo sus pies. El choque había sido bruta. Algo había golpeado al barco de lleno y lo había levantado por momentos, haciéndola rodar por el suelo. Se sujetó a la red de tuberías, e intento volver de nuevo a la cubierta. El panorama era desolador. Tres de sus cuarenta tripulantes habían caído a la mar y era imposible ayudarles. El barco había colisionado con un invisible acantilado de rocas y se hundía poco a poco. Como colofón final, un rayo dio de lleno en uno de los grandes mástiles, el cual se partió y calló encima de la cubierta, rompiendo a su paso todo lo que encontró. Su peso era tal que el barco quedó destrozado y hundido. El golpe la derribó, y en pocos segundos, su cuerpo quedo sumergido en el mar. Había perdido a su Furia Roja. Lo ultimo que recordó antes de perder el conocimiento, fue el agua helada y el fulgor de la tormenta.







sábado, 9 de febrero de 2013

Recuerdos




No puedo dormir, necesito pensar, sacar todas las ideas que se me pasan por la cabeza, intentar ser algo, aprender más e intentar ser feliz. Te necesito a mi lado, ahora mismo.

Siempre guardo un hueco en mi cama, para ti, todo para ti; por si algún día llegas tú. Mi cama esta fría y vacía, desolada, y demasiado grande cuando tu no estas. Y ya no estas. Cada sonido me desvela, pensando que eres tu, y que regresar como aquellas noches cualquiera. Pero es imposible, tú nunca podrás regresar. Todo es demasiado grande sin ti, me siento sola, como si nuestro dormitorio fuera demasiado grande para  mí, y no paro de imaginar que estaríamos haciendo tú y yo en este momento si aun siguieras aquí. Sonrío, eras lo mejor de mi vida. Pero las lágrimas no tardan en escaparse de mis ojos al recordarte.

La cama, la habitación, tu ropa aún en el armario,  tus fotos. Nuestras fotos. El salón donde pasábamos las horas abrazados y riendo sin parar, esas cenas tan maravillosas junto a la ventana. Todo me recuerda a ti.

martes, 25 de diciembre de 2012

Only skin and bonnes

Caminaba entre las aguas cristalinas y contemplaba su tembloroso reflejo. A la luz de la luna, blanca como un fantasma se lamentaba y preguntaba una y otra vez cual podría ser su destino, de que estaba hecha y para que servía su camino. Solo cabía recordar en su memoria lo efímera que era la vida y el dolor que cada minuto sentía al vivirla. Quería morir pronto, alejarse ya de todo, desencantada de la vida pues no tenía motivos para seguir luchando. En esencia, ella no era más que un suspiro y  el mundo después terminaría con ella dejando solo su piel y sus huesos...

domingo, 14 de octubre de 2012

"Vente conmigo, vamos a jugar a un juego"





La pequeña caminaba por el bordillo del césped del jardín, y jugaba a mantener el equilibrio. Constantemente iba saltando y riendo sin parar, aunque no hubiera motivo para ello. Era así, dulce y risueña, alegre y juguetona. Una niña de seis años, sin preocupaciones, su único deseo de aquella tarde era ir al parque y tirarse por el tobogán tantas veces como pudiera y que luego su mamá le compraré una bolsa de chucherías. Quería jugar con sus amigos, con la niña con gafas azules y con el niño del pelo amarillo. Iba de camino al parque, y su mamá iba detrás, empujando un carrito de bebé donde iba su hermano pequeño. Ella le decía constantemente que tuviera cuidado, que podría hacerse daño si se caía y que no se acercará a la carretera. Cuando entraron al parque, ella no hacia más que cojer hojas verdes caídas de los arboles, parecía encantarle ese color. Se esmeraba mucho por recogerlas, observarlas y coleccionarlas, pero todos los días acababa abandonándolas en el parque. Su mamá se quedó sentada en un gran banco marrón con su hermanito, hablando con otras mamás. Ella se fue a jugar con sus amigas. Jugaban al pilla pilla, corriendo sin parar hasta quedar cansadas, riendo a gritos. Le tocaba a ella echar a correr, para que no la pillaran. Después se cansaron de ese juego y lo cambiaron por el escondite. Su amiga tenia que buscarla. Y s¡ se había acercado demasiado a ella la niña de gafas azules y no quería dejarse atrapar tan fácilmente, así que corrió hasta la otra punta, casi perdiéndola de vista. Se escondió. Casi de pronto, sin darse cuenta, apareció un hombre que le resultaba familiar y ella sonrió tímidamente. "Hola" Dijo ella, como su mama le había enseñado que tenia que saludar y ser buena. Él se agachó a su lado y le pregunto: "¿Estas jugando? ¿A que juegas?" "Al escondite...¡Casi me encuentran!" El le sonrió cariñosamente; "Pero cariño, es que este escondite no es muy bueno. ¿Te vienes conmigo a comprar chuches y así ya verás que nunca te encuentran?" Ella asintió tímidamente. Confiaba en él, como no, lo conocía bien. Además, una niña nunca podría negarse a una bolsa de ricas chucherías. Caminaron por la acera, y se alejaron del parque. Entraron a una tienda y compraron todas las chucherías que ella quiso, y después él la llevo a su casa, a la que tantas veces había ido. "¿Me das agua? Tengo sed..." dijo la niña sentada tiernamente en el sofá, balanceando sus piernas sin que le llegaran al suelo. El le trajo el baso lleno de agua, y después se sentó a su lado y puso su mano en la rodilla de la niña. "¿Te apetece que juguemos a un juego antes de volverá al parque? Es muy divertido." "¡Si, vamos a jugar!".
Era un juego muy extraño, se decía la niña, pero si el decía que era divertido...lo sería. Ella hacia lo que le decía, al menos al principio. Después el juego no le gustó. Le dolía, parecía que el juego consistía en pellizcar, pellizcar al otro en todo el cuerpo. Pero los pellizcos no fue lo que le dolió, y bien ella no supo nunca hasta unos años después que fue. Le había tapado los ojos, decía que era un poco como la "gallinita ciega" y luego estaba tumbada. Y sintió un dolor nuevo y profundo, y se puso a llorar. Al rato, dijo que el juego había terminado, y le contó muchos cuentos y jugaron a las adivinanzas, haciendo olvidar a la niña el juego anterior. Le dio un helado y ambos se fueron, como si nada, de vuelta al parque. Ella llegó hasta su mama corriendo, y le abrazó. "¡Mami mira, me ha comprado chuches y un helado y hemos estado "Jugando!" La madre miró al hombre y le sonrió agradecida, a lo que el hombre le dijo. "Estaba al otro lado del parque, prácticamente no sabia volver, le compré unas chuches y volvimos a ver si te encontrábamos. Bueno, me voy ya, me alegro de haberos visto, nos vemos el lunes" "¡Hasta el lunes!". Pero el lunes nadie lo vio, ni la niña ni la madre, ni el martes ni el miércoles. El profe de la niña, había dejado su plaza en el colegio y se había cambiado de ciudad. Años más tarde, no lo lograron encontrar.

sábado, 13 de octubre de 2012

Inaguración + pequeño favor ^^


¡Hola¡ Por fin he creado ya mi nuevo blog, es algo cutre porque no estoy familiarizada con blogger (aunque lleve ya mi tiempo por aquí) espero que con el paso del tiempo y con la ayuda pueda perfeccionarlo más adelante.

Aquí os dejo el link por si quereis visitarlo, que me haría mucha mucha mucha mucha ilu :D

http://librosdemilcolores.blogspot.com.es/



Bien ahora, tras esta pequeña (para mi gran)  novedad, me gustaría que me ayudarais :)
Resulta que hace una semana participe en una especie de concurso para el blog Divina Inspiración
donde tenía que hacer el banner para su futuro sorteo del libro "La mecanica del corazón" y este fue el que hice:


Enlace : VOTA MI BANNER

Si votáis por mi banner ( o en su defecto si os gusta más el otro por el otro) tenéis un punto extra más por si participáis en el sorteo ^^ . Jo se que no será fácil ganar, tengo poquitos seguidores, y mi radio de difusión es pequeño, así que agradezco de corazón cada uno de los votos *__*

Muchas gracias a todos.











jueves, 16 de agosto de 2012

Todo por tí.



Las luces se reflejaban lejanas, la música y el ruido quedaba amortiguado por la distancia, la brisa del mar y el rugir de las olas contra las rocas. Se había alejado por completo del puerto, de la gente, del dolor, y de él. Todo desprendía un aroma a sal y sentía un sabor amargo en su boca, por culpa de esos besos sin amor. Estaba cansada de mentiras, de falsas promesas, de palabras vacuas que decían cosas hermosas sin sentirlas. Lo había dejado atrás y ahora se sentía mucho mejor, más libre, más fresca, más ella misma. Le había dolido, sobretodo al principio, descubrir que ella no era nada para él. Era la fachada, la superficie donde con todos daba la cara, a la que fingía querer. Pero en realidad quería a las otras. O quizás la quería a ella, pero buscaba a otras para no cansarse de la rutina, para no hacerle daño. Ella lo había perdonado una vez, cuando lo descubrió. Se había arrastrado hasta ella y le había jurado que había sido un error de una noche demasiado fuera de control. Pero eso había sido el pasado.


Contempló embelesada, tras sus propias lágrimas y el efecto del mar, las borrosas manchas de colores que se perdían en la lejanía de la costa. Titilaban y parecían moverse, alegres, albergando vida. Necesitaba alejarse aún más, hasta perderlo todo de vista. Siguió caminando, perdiéndose en la lejanía, adentrándose por angostos caminos de tierra y sal hasta llegar a una playa salvaje. A su lado se veían luces de la ciudad cercana, pero no importaba, las dunas de arena las tapaban. Se sentía mejor, solitaria y tranquila. Un lugar lleno de paz. Se oía nada más que las olas al tocar la arena, la brisa rozar el mar, y las hojas de los pinos viejos mecerse lentamente. Se tumbó sobre la arena, a contemplar las estrellas. Quería olvidar, quería dejarlo todo atrás, encontrar a alguien que sí mereciera su amor. Porque todo lo que ella decía, era sincero. Se quedó pensativa, y a la vez ausente, pensando en el vasto cielo y dándose cuenta lo pequeña e insignificante que era, al igual que sus problemas. Dolía la traición y el recuerdo, pero viviría con ello. Ausente, sin pensar más en él, se quedó toda la noche mirando el cielo, hasta el amanecer.



viernes, 30 de diciembre de 2011

En el fondo de un armario


 
    Los sueños son maravillosos. Siempre se sueña con mundos de hadas, de princesas, de brujas y magia. Se sueña con deseos queridos, con sueños por cumplir. Por que los sueños son sueños, lo que queremos vivir. Todo lo que en la realidad no existe nos lo dan los sueños, a los que nos evadimos cuando el mundo real no es como nos gustaría que fuera, cuando todo es odioso. Los sueños son nuestros anhelos más profundos.

   Los felices sueños de una pequeña niña de cinco años se turbaron poco después de haberse acostado. Los furiosos gritos de dos personas mayores la despertaron y ella inquieta se revolvió en las sábanas sin saber qué hacer. Se acomodó entre los cojines y la almohada, esperando paciente que la tormenta calmara. Pero esta vez era diferente, y los gritos no cesaban.
   Se encogía en la cama, presa del miedo, como si esos gritos pudieran hacerle algún daño. El volumen y la fuerza de las voces aumentaba. La niña no quería oírlos. Estaba cansada de aquello, estaba asustada y cada vez que pasaba más frecuentemente. Aquello para ella era relativamente normal pero lo odiaba, sentía sin saber porque que tenía muchas ganas de llorar cada vez que los oía pelear.
   Casi nunca comprendía el significado de sus palabras pero sabía que eran cosas muy malas. La pequeña volvió a arrellanarse en la cama, tapándose entre sus sábanas, ocultándose. Pero era imposible volver a dormir. Ellos seguían gritándose...
    El sonido de una mano impactar con la piel se oyó en toda la casa, la niña se levantó de su cama del susto, e histérica se puso a llorar en una esquina de la habitación en absoluto silencio, abrazándose las rodillas con los brazos y tapándose las orejas. Oía a su madre gritar, sabía que algo iba mal.
-Parar… por favor…parar…-susurraba entre sollozos.
Los golpes se clavaban en su cabeza como clavos, incapaz de olvidaros, incapaz de reaccionar. Incapaz de no oírlos, por mucho que se esforzara.
-¡PARA!, ¡PARA! ¡TE LO PIDO POR FAVOR, PARA!
Los constantes gritos de su madre hicieron llorar más a la niña. Su madre a cada minuto que pasaba hablaba menos y suplicaba más.
-¡QUE ALGUIEN ME AYUDE! ¡AYUDA!-Chilló la mujer en llanto.
    La niña se levantó del suelo y se asomó al pasillo. Desde allí no los veía pero se les oía aún más. El corazón se le encogió en el pecho cuando oyó un gran golpe y muchos cristales romperse. Se asustó muchísimo. Los llantos de su madre habían cesado repentinamente y la niña solo oyó el terrible gruñido de su padre y sus pasos, que subían por la escalera. La niña asustada, no supo qué hacer, y creyendo que su padre iría a su habitación, volvió de nuevo sobre sus pasos y se metió en la cama, haciéndose la dormida. Pero su padre no llegó allí. Es más, quizás su padre no se acordaba ni que existía. Lo oyó entrar a su habitación, y destrozarlo todo. Parecía que estaba buscando algo, y así era. Un poco más tarde oyó un solo disparo y un cuerpo caer al suelo. La niña muy asustada salió de su habitación llamando a su madre.
-¡Mami! ¿Dónde estás? ¿Qué pasa? –la chiquilla, abrazada a su osito de peluche blanco favorito, bajó por las escaleras y fue buscándola por toda la casa, pero no la encontró. Al menos como ella quería encontrarla. Quería a su madre para que la abrazara y la mimara entre sus brazos, y le dijera que no pasaba nada, que era la princesa de la casa y que la quería mucho, como siempre hacía. Pero no fue así. La niña encontró a su madre tendida encima de la mesa de cristal, con la cara herida, y un gran golpe en la cabeza y el resto del cuerpo ensangrentado. Tenía cristales clavados por todas partes, la mesa se había roto, y por todos lados había salpicaduras de la sangre de su madre. La niña dejó caer su osito al ver semejantes escena, y fue junto a su madre.
-¡MAMA! ¡MAMA!, ¿QUE TE PASA?-Chilló una sola vez a su madre mientras la zarandeaba. Pero su madre tenía los ojos abiertos, que la miraban fijamente sin vida. La niña comprendió que estaba muerta. Volvió a recoger su osito de peluche, esta vez manchado de sangre, y se encerró en su armario.

Pasó gran parte de la noche allí. Oyó las sirenas y la policía. Un vecino asustado lo había oído todo. Y había llamado a la policía. Está entro en la casa por la fuerza, tirando la puerta abajo.
-¡La mujer esta muerta!-dijo uno de ellos.- Subid al piso de arriba, haber quien ahí.
-Aquí hay un hombre con un disparo, se ha suicidado.-dijo otra voz más cerca.
Los pasos se oían más cerca. La puerta de su habitación se abrió.
-Aquí no hay nada…
-Mire bien.-dijo la voz de una mujer.-Los niños suelen esconderse.
-¿Qué es esto?
-Un rastro de sangre, va al armario.

Y en el fondo de armario, allí estaba la niña, abrazada a su peluche en la esquina más alejada, hecha un ovillo llorando desconsolada y salpicada de sangre.